15 enero, 2020

La belleza es irresistible. Ya lo hemos dicho en capítulos anteriores de esta historia de Don Quijote cautivo enamorado.
Cervantes, con su asombrosa inteligencia, se muestra a todo lo largo de su obra como un fino y entusiasta celebrador de la belleza femenina. Curiosamente, en todas sus obras se trata de mujeres fuertes, incluso en su crueldad, como en el caso de Altisidora, o, en el extremo opuesto, cuando se trata de seres angelicales como Marcela o la más terrenal, pero no por ello menos angélica, de Dorotea. Y eso sucede en toda la obra de Cervantes, no sólo en el Quijote, aunque entonces yo no lo supiera. Quizá por un capricho de fantasía se me ocurrió pensar que necesitaba otra mujer quijotesca, descartada Dulcinea, para componer un póker de mujeres con el que yo me sintiera, si no ganador, al menos con suficientes triunfos en la mano. Y me propuse enamorarme del amor del Cautivo.
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7 diciembre, 2019

Levantaos, señora mía, le dice por fin don Fernando a Dorotea, que no es justo que esté arrodillada a mis pies la que yo tengo en mi alma (DQ I 36). Como habría dicho mi madre, éste también miente más que habla.
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