Cautivo de amor (XIII)
Isa sufría desde los catorce años el asedio de los hombres. No era cuestión de preguntarle por los que había resistido o consentido, pero Cervantes sí nos dice que, al primer asedio, Dorotea sucumbe. Los cervantistas de hoy, llevados por la pasión “doroteica”, la absuelven de toda culpa, como también, curiosamente, absuelven a don Fernando. El amor apasionado lo justifica todo. No hay violación y sí un ligero gusto primero y luego un total consentimiento. De todas maneras esto, en el S. XVI, por muchas “razones enamoradas” que hubiera de por medio, era una afrenta en toda regla para Dorotea y su familia. Cervantes, que no Don Quijote, enamorado de Dorotea, la salva, utilizando como palanca de salvación los muchos dones con los que sigue adornando a la gentil princesita Micomicona.