Cautivo de amor (X)
A Gabriel Casal le preocupaba lo que a Don Quijote. Y lo que nos preocupaba a todos. Éramos presa de la incomparecencia del amor absoluto. Queríamos la enamorada perfecta. Y eso sólo era posible en el terreno de la poesía. Así que, haciéndonos mayores, no parábamos de escribir versos que sólo eran ripios. Sólo él, de aquel grupo de pretendida vanguardia poética, Poliedro, era nuestro transgresor nombre, fue capaz de publicar un primer libro con una dignidad poética más que notable.